14.9.09

La magia del Bol d’Or (1ª parte)





















Domingo 13, 7:30 de la mañana. Varios haces de luz descienden a un ritmo vertiginoso para entrar a saco en la cerrada de derechas de Liceo. Después enroscan, trazan la chicane y gas a fondo en la recta de meta. Sólo he dormido 5 horas, pero ver amanecer en el circuito de Magny-Cours es obligatorio si se está corriendo el Bol d’Or.

A esa hora, el SERT (Suzuki Endurance Racing Team) lideraba la carrera con más de 500 vueltas. El maestro Dominique Méliand y sus chicos cumplieron como siempre: repostajes de 14 segundos y 7 vueltas de ventaja sobre el segundo clasificado (Kawasaki GSR) al final de la carrera. De los 53 equipos participantes, 13 tuvieron que abandonar y la mitad de la parrilla estaba copada por GSX-R 1000 (quizá, la mejor montura para correr resistencia).

Por mi parte, ya he cumplido con la mejor carrera de resistencia del mundo. Junto con la modalidad de Enduro, la resistencia es una de las pocas competiciones que quedan en las que el piloto está por encima de la moto. Aquí, el trabajo en equipo es fundamental y la medalla se la ponen/quitan todos sus componentes.
Álex, Arturo y yo llegamos a Nevers el viernes a las 22:00 vía París, tras 3 horas conduciendo un Renault Modus de alquiler. En moto hubiera sido lo suyo, pero la vuelta del domingo teniendo que currar el lunes hubiera sido una locura.
El sábado a las 9 de la mañana ya estábamos en la pista… y aguantamos hasta la 1 de la madrugada. El domingo, llegamos a las 6:30. En todas estas horas pude comprobar el espectacular ambiente que se respira en esta carrera. Durante toda la mañana hay carreras menores tales como la Michelin Power Cup 1000, la Race Cup Academy (con Honda 100 para chavales) o las Protwin, mi favorita. Ya sabía que el culto a las mecánicas “bi” es muy importante en tierras galas, pero ver cómo una treintena de desmos SPS, R y RS lo daban todo en un pedazo de circuito como este, siempre es fantástico. Al final, Frederic Bottoglieri y su Aprilia Mille se llevaron el gato al agua.

Con todo lo vivido he construido un recuerdo imborrable: los 73 años de la carrera, Chris Pfeiffer haciendo de las suyas, la tribuna de recta atestada de público con unos locos disfrazados de conejo/pollo haciendo calvos a mansalva, la salida de la carrera a las 15:00, los cazas surcando el cielo en formación, el pedo de la peña en el interior del circuito, el desfase (demoledor) anárquico-postnuclear-pirómano nocturno del campamento troll alojado a las afueras del curvón Golf, el ritmo de los pilotos por la noche, las luces, el badén saliendo de Adelaida con las ruedas delanteras en el aire, los roces de las estriberas y el basculante en la Curva 180º, la chicane en subida de Imola previo cambio de rasante, los repostajes del SERT y las motos del EWC, las jeringas de rellenado de aceite, el cuarteto femenino de heavy Crucified Barbara, el abandono de David Checa y la R1 GMT 94, la asquerosa comida gabacha y el “je suis désolé”, la 888 del parking, el amanecer en pista, la cerveza Kronenbourg, los/las motards, los sides, la penalización al equipo Michelin Power Research por exceso de combustible, el Joe Bar Team (2º en SST), el bufido a 15.000 rpm, las vibraciones en las plantas de los pies al cruzar la pasarela de meta con las motos a fondo por debajo, la furgoneta de Motostion, los 11 pilotos españoles, la Metiss con suspensión alternativa, los “desguaces” de la calle de contraboxes, mecánicos intentando descansar algo a primera hora del domingo, la Ducati 848 Gulf (1ª en Open), el hotel Holiday Inn y… muchas cosas más... (+)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmm!, Qué recuerdos. Una experiencia única e inolvidable. Aún recuerdo con escalofrío la mirada diabólica del propio príncipe de las tinieblas mientras tiraba gasolina en aquel motor.
Excelente crónica, aunque ¿ya has olvidado el GT2 y el GT3 que vimos en el párking del hotel?
Un abrazo
Alex