20.4.09

BMW K1300R: ¡kñonazo!










“Con 173 CV por banda, viento en popa a todo cardan, no corta a ras sino vuela, una roadster de postín”. No es mi intención destrozar a José de Espronceda, pero es que la nueva BMW K 1300 R es una de las naked más demoledoras del mercado. Potencia, prestaciones y parte ciclo, de primera línea.

Tras la prueba de la K 1300 S, me enfrentaba a la versión naked con la idea de encontrar más de lo mismo, puesto que el 95% de la moto es idéntica a su hermana sport-turismo. Las diferencias con la versión S saltan a la vista: ausencia de carrocería, doble faro delantero asimétrico, instrumentación y retrovisores diferentes (con mejor visibilidad) y 2 CV menos de potencia máxima. Pero después de rodar unos pocos kilómetros con ella, obró el milagro: no sólo se beneficia de lo mejor de la S, sino que además se siente más ligera que ésta. La Suzuki B-King, su principal rival, ya puede echarse a temblar.

Respecto a la K 1200 R anterior la cilindrada aumenta en 136 cc pasando de 1.157 a 1.293 cc y gana 10 CV a 1.000 revoluciones menos. De todas formas, lo más notable del remozado tetracilíndrico es la ganancia de bajos y par motor global, que ahora es de 140 Nm a 8.250 rpm (antes 127 Nm). Las tomas de admisión más grandes, la suspensión delantera Duolever de aluminio, la óptica trasera de leds, el escape pentaoval 4-2-1 y la adopción de piñas con botones convencionales son de nueva factura y afectan a toda la gama K. Ahora ya no hay miedo a quedarte sin batería tras arrancar con el botón de los puños calefactables accionado. El manejo es más cómodo, intuitivo y fácil.

La lectura de los relojes es muy clara gracias al fondo blanco, al tiempo que el display digital muestra parámetros como reloj, velocidad media, consumo medio, autonomía, temperatura ambiente y control del nivel de aceite. En nuestra unidad de pruebas figuraban, además, los datos de otros extras opcionales como la suspensión electrónica ESA II, el control de tracción ASC, ABS o el control de presión de neumáticos RDC. Eso sí, el paquete Confort (puños calefactables y ordenador de a bordo) viene de serie. De todos ellos, el ESA II marca la diferencia con 9 reglajes de suspensión posibles (los hidráulicos se pueden regular en movimiento y la precarga en parado), seguido del ABS desconectable.

Lo bueno de una naked como la K 1300 R es su accesibilidad mecánica. Debajo del asiento accederemos cómodamente al depósito de aceite del motor (recuerda que cuenta con lubricación en seco) y en el lateral izquierdo del mismo encontraremos el tapón de llenado del líquido de refrigeración. Otros detalles como los topes anticaída en los laterales del chasis, el amianto sobre la panza de los colectores para aislar el calor o el vistoso protector del radiador son de agradecer. Por otro lado, este es un modelo susceptible de “ser adornado” con una buena cantidad de piezas racing salidas del catálogo High Performance Parts del fabricante alemán.

AGILIDAD, PRECISIÓN Y… MOTORAKO

Para empezar, el sonido de la R es más ronco que el de la S. Teóricamente ambas deberían sonar igual, pero el caso es que a pesar de estar muy catalizada para superar las restrictivas normas anticontaminación, la R suena más fuerte. El motor es inacabable, más bien, inabarcable. Nunca para de empujar, desde las 1.500 rpm se muestra poderoso y al mismo tiempo, puede ser una oveja o un lobo; tú decides. Agarrarte fuerte al manillar es obligatorio porque su desnudez así lo exige (adquirir el parabrisas sport es muy recomendable), pero intentar alcanzar la zona roja por una carretera convencional es una obscenidad utópica carente de sentido: hay tanta respuesta desde tan pronto que no hace falta. Suave, progresiva y lineal nunca desfallecerá, sino todo lo contrario. Pero no sólo acelera, también recupera que da gusto incluso en la marcha más alta. La gestión electrónica del motor se ha visto retocada para reducir el consumo, consiguiendo una autonomía que oscila entre 250 y 300 kms con los 19 litros del depósito. El testigo de reserva saltará a falta de 4 litros, cuando todavía te queden unos 70 kms por recorrer, y damos fe de que la cifra regresiva que va apareciendo es muy fiel a la realidad.

La agresiva apariencia macho-bike de la que hace gala en parado nada tiene que ver con el comportamiento de “la bestia” una vez en marcha. Desde el primer instante se muestra más ligera y ágil que la versión S. ¿Por qué? Bueno, por un lado el peso declarado con todos los llenos es 11 kg menor y, por otro, calza un neumático trasero de 180 mm en vez del 190. Estos aspectos unidos a la acusada inclinación del motor (55º) y a unas geometrías revisadas (mayor distancia entre ejes, avance y lanzamiento respecto a la K 1200 R) hacen que la moto sea tremendamente estable, a la par que manejable, bajo cualquier tipo de conducción. Los cambios de dirección son casi tan rápidos como en una 600. Sin duda, otro parámetro que ayuda muchísimo es la suspensión, que este año ha sido aligerada. Independientemente de la regulación que llevemos, se muestra firme y da una sensación de seguridad total. A lo único que tienes que acostumbrarte es a no sentir nada delante, puesto que el Duolever independiza dirección y suspensión. Simplemente debes confiar y ya está, al final el resto de suspensiones convencionales te parecerán peores.

En cuanto a la frenada EVO, pocos “peros”. La eficacia de los Brembo es máxima por muy deprisa que vayamos, la bomba no desfallece y el tacto es bueno. Disponer de ABS integral parcial es fantástico, al margen de que no hace falta usar el pie porque al accionar la maneta también se frena un poco atrás. Poniéndonos tiquismiquis, es algo intrusivo cuando accionas el pedal: notarás unas pulsaciones demasiado notorias y desagradables en la planta del pie, típicas en todos los modelos BMW equipados con ABS. Con la maneta no sucede lo mismo y, tras unas leves palpitaciones en los dedos, todo seguirá bajo control.

Un aspecto mejorable es el tema de los neumáticos. Los Metzeler RoadTec Z6 que equipaba nuestra Roadster llegaron a deslizar en ambos trenes a poco que los forzases en alguna carretera de montaña. Una goma deportiva con mayor agarre sería perfecta.

13.4.09

III. Coches y Cine / Max y el Interceptor (1979-1981)











Por supuesto, también hay que hablar de los coches de las dos primeras entregas de Mad Max... una lástima que tuviesen cambio automático.
Por orden de importancia, el famoso Vehículo de Persecución Especial de Max, el Interceptor V8 351 negro con 600 CV (eso dice el mecánico), pasando por los yellow pursuit sedán (en sus dos variantes, V6 y V8 Big Booper) de Liebre o Bailarín, el Holden HQ LS Monaro V8 del ‘72 del Jinete Nocturno, el Buick Riviera del capitán Fifi McAfee o el Chevy Impala flaming del ‘59 que destrozan los motoristas (por el capó de este último sobresalen 8 tomas de admisión de mentira, de las que, además, sobrarían dos porque su motor era realmente un V6). Es curioso también el cazarrécord streamliner blanco que aparece fugazmente semitapado en el garaje de Fuerza Central cuando Ganso y el mecánico van a enseñar a Max Rockatansky “el último V8” del mundo mundial.




El Interceptor negro es una preparación de un Ford Falcon XB Coupé del ’73 (esta 3ª generación se mantuvo hasta 1976). Este muscle car de 300 CV fue fabricado por los australianos de Holden, una de las marcas del macrogrupo General Motors. Las principales modificaciones para la película pasaron por el particular frontal de fibra de vidrio (diseñado por Peter Arcadipane, de Ford Australia) muy novedoso en la época, las salidas de los colectores por los laterales, el alerón trasero y de techo, las ruedas, el volante y la decoración black on black (negro brillo con capó negro mate). Lo más llamativo del coche era la adopción de un turbocompresor de palo Weiand GM 6-71 que podía entrar en funcionamiento a gusto de Max a través de un pulsador rojo en la palanca de cambio (nunca existió este sistema en la realidad y la correa del turbo se movía gracias a un motor eléctrico camuflado).




El Interceptor de Mad Max 2 fue modificado respecto al de la 1ª parte para dar la sensación de estar estropeado por el uso post-nuclear vagabundero que Max ha hecho de él: ausencia de spoiler delantero, dos enormes bidones de gasolina (200 l. la pareja) en el maletero junto a otros 2 metálicos más pequeños (40 l. la pareja), llantas traseras distintas, cuchillo y conmutador en los bajos con interruptor de autodestrucción, habitáculo sin tapizar gadgeteado (barras antivuelco, ausencia de emisora, asiento de pasajero sustituido por otro específico para el perro anclado a la puerta izquierda, cabeza de tótem en el salpicadero, panel interior de la puerta de derecha con cinturón que incluye machete y diversas bolsas pequeñas, cubo colgado del techo...) y reja metálica de separación para la carga (caja de cartón con latas de 800 gr. de comida para perro Dinky Di meat & vegies, neumático de repuesto, bombona de oxígeno amarilla, recambio de correa de kevlar para el turbo y otros objetos indefinidos).
Dependiendo de las secuencias, se usaron dos coches (frontal bueno y frontal roto). El pata negra, restaurado en su totalidad, fue comprado por Bob Forsenko que luego lo vendió al museo de coches de películas Cars Of The Stars (Cumbria, Inglaterra), donde está expuesto actualmente.

Tanto las motos (gracias a los japos de Whitehouse) como los coches, el vestuario policial, los adhesivos y demás, cuentan con numerosas réplicas por todo el planeta a cargo de auténticos entusiastas de la saga. Una pena que no pase lo mismo con las botas Sidi marrones de 7 hebillas de Cortauñas (MM1, 19’29”)...

12.4.09

II. Motos y Cine / Mad Max (1979)










Siguiendo con el Top 10 de las mejores películas de motos, y tras “Burt Munro: un sueño una leyenda”, hoy le toca el turno a Mad Max (Salvajes de la autopista, George Miller, 1979), una de mis favoritas. Y es que ahora se conmemora el 30 ANIVERSARIO de su estreno. La segunda parte (El Guerrero de la Carretera, 1981) todavía se salva, con la estética total zombie del Interceptor 2, la Kawa Z1 de Zed, la Yamaha XS 1100 E con sidecar o los salvajes buggies con óxido nitroso de la pandilla de Lord Humungus (por otro lado, guerrero del desierto y Ayatolá del rock ‘n roll). Pero la tercera parte (Más allá de la Cúpula del Trueno, 1985) me parece una mierda: el protagonismo de Tina Turner, la ausencia de motos y coches de calidad, el rollete desértico...

Con un coste de sólo 400.000 $ y unos ingresos de 100 millones, Mad Max ha sido la película con mejor ratio inversión-recaudación hasta El Proyecto de la Bruja de Blair (1999). De hecho, permaneció en el Libro Guinness durante 20 años. Rodada en Melbourne (Australia) bajo un ambiente post-apocalíptico, esta road movie fue un éxito y tiene todos los ingredientes necesarios para hacer las delicias de los amantes del motor. Sus persecuciones por las vacías carreteras, los primeros planos cortados, las máquinas, los personajes, el realismo, el sonido a mecánica de la buena, el vestuario... se han ganado el respeto de multitud de seguidores. Además, es la cinta de debut para uno de los consagrados de Hollywood, Mel Gibson, que por aquel entonces tenía 23 añitos (cobró 15.000 $ por el papel).
Pero hablemos de motos...




A lo largo de la película aparece un nutrido grupo de Kawas (KZ y Z900 cedidas por la marca) y Hondas (CB 750/900) por parte de la malísima banda motera nómada, una “pequeña” KH250 (14’50”-15’10”) e incluso un custom trike Honda (25’40”-26’25”). Este curioso trike con “sidecar de burbuja” fue construido por Lance Seadon (Cycle Gear, Collingwood) mientras que los tribales dorados que decoran su carrocería están realizados en papel de oro de 24 quilates por John Leach; ambos pertenecían al Club australiano The Barbarians.

De todas formas, la moto referente de la película es la Kawasaki KZ 1000 del ‘77 de Jimmy “El Ganso”, una variante especial para persecuciones basada en las motos de policía que usaban algunos países por aquella época.
La KZ platiazulada hace su aparición en la persecución por la Highway 9-sector 26 del comienzo; una de las mejores INTRO de la historia del cine de motor (los primeros 11 minutitos de película son de lujo). La Kwaka (el depósito muestra el nuevo nombre, fruto de fusionar la marca de la moto con la K del modelo) se cubre de gloria en otra secuencia de culto (38’45”-41’00”), cuando Ganso sale del Motel sexual Sugartown Cabaret: primera hora de la mañana, gafas ajustadas, golpe a la pata de cabra, punto muerto, petardeo de los megáfonos, burnout en Claremont Street, tomas onboard, magistral secuencia de planos en la carretera y accidente final. A falta de minicámaras, un tal David Eggby subió de paquete a la Kwaka y se ató a la parte trasera para grabar ‘desde dentro’ las imágenes con una cámara de 35 mm a 200 km/h. ¡Simplemente genial!




Carrocería construida en exclusiva por la empresa australiana La Parisienne (que desgraciadamente cerró pocos años después de estrenarse la peli), 93 CV a 8.000 rpm, 240 kg en seco, tubarros cromados 4 en 2, colín monoplaza MFP (Main Force Patrol), retrovisores bajos en el carenado, estriberas retrasadas, emisora sobre los relojes, luces azules frontales, altavoz en el lateral izquierdo, llantas de magnesio de 5 palos y 18 pulgadas, 230 km/h de máxima...

Las escenas de riesgo fueron rodadas por especialistas, mientras que los miembros de algunos Moto Clubs de Melbourne (The Vigilants, Victorian Four o The Barbarians) aportaron todo lo demás. Vamos, que actuaron como verdaderos profesionales y, además de rodar, se encargaron de los donuts, los caballitos y las caídas suaves.

6.4.09

Mundial de Superbike: Valencia '09
















En las 4 veces que he asistido a Valencia (2004, 06, 08, 09) nunca había visto a nadie correr tanto. El ojo nunca engaña y Nitro Nori batió el record del circuito que estaba en manos del inglés Neil Hodgson desde 2003 (1’35”007) con una marca de 1’34”618. Normal, ¡si verle pasar por recta daba miedito! llegando a la primera curva a 293 km/h. Ahora ya es el que más mangas ha ganado en Valencia, con un total de 5. De las 20 mangas disputadas desde el año 2000, 14 han sido ganadas por bicilíndricas (11 Ducati / 3 Aprilia)...

Al margen de disfutar de unas máquinas carbonizadas espectaculares y de un ambiente mucho menos elitista y glamouroso que el de MotoGP (ni falta que hace), el fin de semana superbikeiano se resolvió con una rutita dominguera previa con mi amigo Enrique y 8 colegas más, una rutita por el pit con Quique e Ismael, mucho curro el sábado buscando la entrevista con Rubén Xaus, el autógrafo de Falappa en el guardabarros de mi 851, mis pies hechos puré y 12 horas de descanso entre los dos días.
Es una lástima que la gente no sepa apreciar la calidad de las Superbikes como es debido, mucho más auténtico y visceral que los GGPP, donde el trío de siempre gana las de siempre. En SBK cualquiera puede vencer, tenemos a 4 españoles dándolo todo (3 en SSP) y, a pesar de la superioridad de las mecánicas de Bolonia en las últimas dos décadas, los equipos privados tiene mucho que decir. Bien es cierto que la afluencia de público cada vez es mayor... y sigo soñando con que algún día el lleno de las gradas sea total.

También cabe mencionar el comienzo de la Copa del Mundo de Superstock, que se celebra paralelo al Mundial SBK (a una manga, con menos vueltas y 10 carreras anuales). Claudio Corti y su GSX-R 1000 Alstare fueron los ganadores en 1000, pero los favoritos al título siguen siendo el equipo “pequeño” de Ducati, el Xerox Junior Team, donde corren Xavier Simeon (2º en carrera -campeón STK 600 ’06-) y Daniele Beretta (6º). Los antecedentes les avalan: en 2007 ganó Niccolo Canepa (ahora con la Desmosedici en MotoGP) mientras que el año pasado lo hizo Brendan Roberts. Está claro que la Ducati 1098R es una base ideal para correr en esta categoría debido a la escasa preparación que permite el reglamento y lo bien preparada que está la moto de serie. Las preciosas MV Agusta F4 312 R de Lowes/Giugliano tuvieron que retirarse, ¡qué pena!