26.8.08

IV. Circuito, paddock y Ballaugh-bridge (IOM, viernes 22)















(> continuación) Esto no es Jerez, ni el Ricardo Tormo ni La Torrecica... ¡ES LA PUTA CALLE! Una sucesión de curvas tan fascinante como peligrosa, tan apetecible como técnica, tan insegura como grandiosa. Nos incorporamos al trazado por Braddan Bridge (milla 2) y continuamos avanzando en el sentido de las agujas del reloj a un ritmo comedido siguiendo los banderines, las balizas blanqui-rojas de protección, los postes que indican cada milla (37 en total) y los carteles con el nombre de las curvas. El límite de velocidad es inexistente, sólo un tope de 30 m/h cuando cruzamos los pueblos. No hay que dejarse llevar por las obscenas imágenes almacenadas en tu disco duro. Dunlop, Hislop o Hailwood fueron grandes pilotos; tú eres un mierda. Para no caer en la tentación speed, lo mejor es recrearse, admirar el decorado e intentar memorizar las secciones preferidas. El tráfico es el normal para un día de diario, y un par de semáforos en rojo ralentizan nuestras ansias más pro. La calzada de doble sentido no es muy ancha.
Las paradas son obligatorias, pues ciertos tramos tienen un especial valor estético-sentimental para mí: la milla 13 (el madrileño Santiago Herrero se mató aquí en 1970 pilotando una Ossa monocasco y siendo líder del Mundial de 250), el salto de Ballaugh Bridge y el enlace con Ballacrye (milla 17-18), las temibles sombras de los árboles en Ballaspur (8), la curva de Parliament Square en Ramsey (23-24), la horquilla de segunda velocidad en subida Hairpin y el curvón Water Works (25), las eses de Guthrie’s Memorial (26-27), Bungalow y la estatua de Joey Dunlop (31), la mítica casa blanca de Kate´s Cottage y la bajada al Creg-ny-Baa (34), Governor’s Bridge... estas son las partes que más me gustaron.

Saliendo de Ramsey, comienza la que para mí es la parte más bella. Atravesar las casas por la calle está muy bien, pero rodar por la montaña es idílico. Esto sucede a partir de May Hill (milla 24-25). Baches, ondulaciones, varios tipos de asfalto, alcantarillas, bordillos, hojas sueltas, tierra de los arcenes, cambios de luz, curvas ciegas, rasantes, viento, muros de piedra, cementerios...Tras el salto de Ballaugh, veo una Norton Commando Fastback verde junto a una BSA Goldstar roja. Otra parada más, y ya he perdido la cuenta...

Una vez en el paddock, de acceso libre, la orgía visual fue total y perdí la noción del tiempo. Además de unas motos de ensueño, en el Manx Grand Prix hay algo mucho más importante: el ambiente. En cada furgoneta, camión o tienda de campaña se respiraba un espíritu familiar difícil de entender hoy en día. Los perros salvaguardan las pertenencias, los niños juegan con sus balones y las mujeres descansan al sol de las hamacas junto a un motor aceitoso de glorioso pasado, unos frenos de tambor de doble leva, un depósito de aluminio moldeado a martillazos y un montón de piezas y herramientas esparcidas por el suelo. Los mecánicos, entrados en años, ajustan con meticulosidad de relojero los engranajes de esta maquinaria.

Por la tarde decidimos ver los entrenos en el clásico salto de Ballaugh Bridge, con una cerveza del histórico bar Raven en la mano. Empiezan con retraso, a eso de las 19:00 y la espera se hace más amena al coincidir con dos españoles, Álex (Burgos, Kawa ZX-6R) y Antonio (Valladolid, Triumph Street Triple); buena gente. Por estar allí apostados, tras la valla, pagas la voluntad a un marshall con chaleco naranja que pasa el cepillo, o sea, un cubo de plástico azul. Los bramidos de las clásicas emergen a nuestra derecha con desgarradores alaridos al bajar tres marchas seguidas. Esto si es espectáculo en estado puro. Un piloto experimentado como John Goodall, con su casco jet Arai amarillo y sus gafas, pasa rozando el muro de la terraza del Raven con su Matchless 500, para luego cambiar de sentido en la rasante y sin cortar, negociar la curva a izquierdas a fondo. Aquí se percibe claramente quién va fino, pues tras el salto, muchos caen de morro con la rueda delantera, sufriendo shimmies incontrolados y descolocándose de la moto, mientras que “los buenos” aterrizan primero con la trasera o con las dos a la vez y sin cortar. No en vano, Mr. Goodall es uno de los cuatro participantes que ha corrido en todas las ediciones del Senior Classic desde la creación de esta categoría ¡en 1983! El roce de la quilla en el suelo se confunde con el metálico chasquido de la cadena de transmisión contra el basculante... Los ’60 se hacen muy presentes a través de este flashback sonoro. Las MV, Norton, Matchless... me hacen recordar tiempos sagrados en los que pilotos de la talla de Agostini, Hailwood o Surtees partían el bacalao en La Isla. El mejor sonido, el de la Paton 500 réplica de Ryan Farquhar seguido de cerca por la MV Agusta de Gary Johnson.
El lunes, nos enteramos que Goodall, a sus 67 años, había fallecido en la primera vuelta de la carrera a la altura de Ballacraine (milla 7) al pisar una mancha de aceite dejada por una Aermacchi... Esta Isla nunca perdona.

Tras los entrenamientos, a eso de las 20:30, proseguimos con la vuelta al circuito, observando algunas motos accidentadas en las cunetas. Al llegar a Creg-ny-Baa, nos topamos con una Ducati 748 pintada con los colores que Mike Hailwood usó en 1978. Su piloto espera a ser recogido por el coche-grúa. Sólo le habíamos visto pasar una vez y nos sorprendió porque era la única Ducati no clásica. Nos acercamos y le preguntamos que le había pasado: había apurado mucho y se había quedado sin gasolina. Öhlins, Brembo radial, fibra de carbono... Charlando con el tal Andy McPherson sobre su moto, nos cuenta que el motor estaba rebajado a 650 cc (¿?) para poder correr dentro de la categoría Ultra Lightweight... esto es amor por la marca y lo demás tonterías. El pedal de freno trasero era inexistente y su accionamiento se hacía a través de una mini-maneta bajo el embrague; según él, era mejor para los saltos. Le convencemos para que nos deje subir en su moto y hacer una foto pero... mi cámara no tiene batería y la de Raúl está con la tarjeta llena. ¡MIERDA! adiós foto.

Al llegar a nuestra habitación, mis oídos retumban por la saturación acústica que han sufrido en los entrenamientos. La botella de brandy cae de nuevo. (+)

1 comentario:

Ginger Power dijo...
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